Los acontecimientos del 15/01/2018 han dejado a Venezuela y
en alguna medida al mundo en profundo “SHOCK”.
Desde dos perspectivas distintas, a saber:
Hemos visto atónitos a un héroe caer. Un héroe caribeño, un
poco echón, un poco farandulero sí, pero indiscutiblemente un héroe, ¿es que
acaso Mussolini con toda su pompa ridícula no fue considerado héroe en su momento?
¿Es que acaso el general Patton, héroe indiscutible de la segunda guerra
mundial, no se destacaba por querer llamar la atención y mostrar al mundo su petulancia?
Admito con mucho dolor que no me caía bien la personalidad
teatral de Oscar Perez, lo dije públicamente, pero solo lo vi como una
desventaja, creo que no tuvo verdadero arraigo en el mundo opositor gracias a
eso. Lo cual me lleva a la primera perspectiva. La muerte de Oscar Perez fue para
muchos de sus detractores como un balde de agua fría, un despertar forzoso y
ver una realidad hasta ahora oculta bajo prejuicios y desconfianza, si, el tipo
y sus compañeros no estaban jugando, iban en serio.
Qué oportunidad perdida,
¿Cuánto se pudo haber logrado de contar con apoyo masivo de
la población? Eso lo pagaremos con sangre y lágrimas, sin duda.
La otra perspectiva es una muestra cruda y real de algo que
ya sabíamos: este es un gobierno criminal y su crueldad no tiene límites, no
importa cómo se vea, estamos inmersos en una de las peores dictaduras que
asolara país latinoamericano alguno. Por su carácter delincuencial, por la
entrega de la soberanía, por los vergonzosos militares, en fin. por todo.
¿Hay perspectivas de cambio? En el futuro inmediato no, pero
hay un desgaste importante en la dictadura a nivel internacional, y eso pesa
mucho. Las penurias inenarrables e inéditas por las que atraviesa la mayoría de
la población hacen de este país una bomba de tiempo. Lo peligroso es que si
llegara a explotar se llevaría por delante a buenos y malos.
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