domingo, 25 de diciembre de 2016

El desastre venezolano (Segunda parte)

La Indolencia es parte fundamental de este régimen, eso por lo menos, lo han aprendido bien de sus jefes cubanos y españoles.
Soy testigo presencial de la gente hurgando en la basura para comer. Gente normal no indigentes. Gente que está al límite de sus posibilidades, gente que está luchando por sobrevivir, gente que recorre un sinfín de farmacias buscando un medicamento del cual depende su vida o la de un familiar, gente que las circunstancias generadas desde arriba, desde la cúpula indolente, han regresado a lo básico, a buscar algo de comer para poder vivir otro día. Pobre país rico.
Esa gente, que es desgraciadamente, muchísima, y que ahora le hace compañía la clase media, quizá la única diferencia con estos últimos sea que tienen un hogar confortable para vivir, pero la miseria y desesperación es exactamente la misma, esa gente, ese pueblo no existe en los discursos de la cúpula indolente, para ellos no hay tal crisis humanitaria, prefieren ignorarlos. En corto y cruel resumen: No les duele.
Pero solo se engañan a sí mismos, porque están condenados. También están desnudos ante el mundo. Ya la comunidad internacional está plenamente consciente del cuento de horror que vivimos aquí dentro, por lo menos esa batalla la hemos ganado. ¡Pero oh sorpresa!, el mundo también es indolente. Y lo sabíamos, ¿O es que nunca vimos con cierto desdén, desde nuestra cómoda lejanía a niños muriendo de hambre en África por años y años?  ¿Atroces guerras en los años ochenta y noventa del siglo pasado y solo arrancaba de nosotros la frase “el mundo está jodido” entre mordiscos del sándwich de la merienda?
¿Nos lo merecemos? Ciertamente no, nadie lo merece. Pero algo si está para mi meridianamente claro: Este peo en el cual nos hemos metido lo tenemos que solucionar nosotros mismos. Créanme nadie, por más apoyo desde fuera que tengamos (y eso que debilita al régimen) va a venir a ayudarnos a derrocar a la cúpula corrupta e indolente que nos oprime, nadie.

viernes, 23 de diciembre de 2016

El desastre venezolano (Primera parte)


Me ha tocado vivir en este tiempo, no como mis antepasados o mis hijos, este tiempo, el de la destrucción de mi país. Prácticamente la totalidad de mi vida adulta bajo este régimen chavista. Durante mi juventud en la era pre-chavista me tocó vivir la crisis financiera de los años 90, fue muy fuerte, pero pude recuperarme, a pesar de la crisis y que muchas personas quedaron arruinadas, nunca escasearon la comida ni los bienes básicos.
Cuando ocurrieron las elecciones de 1999 me tocó (por obligatoriedad) trabajar en una mesa electoral, fui testigo de primera mano del fervor que provocó Chaves entre la gente del pueblo, con su discurso de justicia social y odio a las oligarquías caló muy bien en el pueblo llano.
He de confesar que nunca me engañó, a pesar de yo también ser pobre ni poseer vivienda propia era un profesional en ciernes y pude detectar la manipulación mediante el discurso populista ramplón en el contenido de sus palabras. Mas sin embargo en mucha gente educada si calaron sus poses autoritarias y sus promesas de orden y progreso, sus amenazas a los corruptos iluminaban sonrisas en mucha clase media, la cual desde luego lo odiaría a muerte. He de decir que, durante esa campaña presidencial nunca, pero nunca se nombró la palabra socialismo, en todo caso le término “tercera vía” estaba muy en boga.
Disculpen la vanidad, pero lo repetiré una vez más: el chavismo nunca me engañó. Y dos factores contribuyeron mucho a esto. El primero fue que trabajé como auxiliar contable en una institución militar durante los primeros años noventa del siglo pasado. Fui testigo presencial de prebendas, fiestas con derroche de “escocés” de doce años y estafas al presupuesto de la institución con mucha desfachatez y descaro. Si lo viví, las fiestas, el ladronismo y el derroche eran moneda corriente en esa institución, eso fue hace más de 20 años, no quiero pensar como es ahora que la degradación del chavismo ha perneado en todas las capas de la sociedad.
El segundo factor a tomar en cuenta era mi pasión por la historia, y por la historia de las guerras y grandes conflictos que han moldeado nuestro mundo y nuestro tiempo. Lo suficiente como para saber que los rangos y medallas bien ganadas son las que se logran en el campo de batalla, arriesgando la vida, con actos de valentía, con arrojo e imprudencia sin límites. Los países premian a sus suertudos hijos con estas distinciones y mejor ganadas no podrían estar. Vean esto:


¿Alguno de ustedes me puede decir en que cruenta batalla este “señor” se ha ganado tales condecoraciones? Yo lo sé, y ustedes lo saben.
Sin intención de disgregarme en la ridiculez y pantallería innata de este régimen, solamente diré que un militar caribeño no probado en combate no puede dar lecciones de moral, decencia arrojo o valentía a nadie. Menos capacitarlo para gobernar un país.
Por eso nunca me engañaron, supe detectar de inmediato su superficialidad, en sus maneras ordinarias no veía hombres del pueblo haciendo justicia social, veía aprovechadores, estafadores y ladrones en evolución. La noche de las elecciones cuando dieron como próximo presidente a Chavez, volteé y le dije a mi esposa: preparémonos porque una época de oscuridad se cierne sobre este país, solamente le ruego a Dios que no sea por mucho tiempo. Nunca olvidaré eso.
Lo demás fue la confirmación de lo que ya pensaba que podía ocurrir pero exacerbado por una gran parte de una sociedad que cayó con el gobierno en el lodazal de lo incorrecto, de lo errado, de lo que está mal, de lo fácil. Esta larga noche todavía no amanece, pero mientras más oscura es, mas bonito será el amanecer. De eso, si estoy seguro. 

martes, 20 de diciembre de 2016

Infierno Venezolano

Los recientes y muy graves acontecimientos me impulsan a escribir esta crónica.
Si alguien, en su sano juicio podía pensar que Maduro tenía capacidad para gobernar un país, ahora esa posibilidad queda plena y brutalmente descartada por os hechos.
En una de las demostraciones más elocuentes de incapacidad e improvisación de toda la historia de los países, Maduro decidió sacar de circulación el billete de cien BSF (100) y dio un plazo de setenta y dos horas para que los ciudadanos los cambiaran o depositaran en la banca pública, ya esta primera mención de la banca pública me sonó muy mal, ya que limitaba a los ciudadanos a solo un puñado de bancos ineficientes y con poca presencia nacional. A los dos días, la improvisación se hizo más que palpable al incluir a la banca privada como receptora de los billetes retirados.

Dado el hecho macabro de que los billetes de reposición distaban (y distan) mucho de estar disponibles la desesperación se apoderó de la población, largas colas para depositar los billetes provocaron que el dinero en efectivo empezara a escasear, la no aceptación del billete de cien bolívares en ningún comercio ni transporte público provocó el caos, y hubo disturbios y saqueos como consecuencia directa. No hay que dejar de mencionar que el gobernador del estado Bolívar, un vulgar hampón de cuello blanco, desde hacía tiempo que hacía de la vista gorda mientras bandas armadas extorsionaban a los trabajadores y comunidades de zonas mineras, haciendo de esto pingues ganancias, por cierto, todas en dinero en efectivo. El hecho de no poder cambiar ese efectivo enfureció a esas mafias empoderadas por el gobierno y contribuyó grandemente a la crisis, con hombres armados saqueando, junto a la población civil asustada fueron testigos de como hordas salvajes a cometían los más arteros crímenes. En cualquier sociedad normal se haría de esto un desastre nacional. Pero no, lo que dicen los mafiosos gobierneros es que todo está en calma.